“Ayer pasé a saludar a mi amigo, el Toto Pechuga, y lo encontré enojado y tomando mate.
Cuando toma mate enojado le hace sonar el fondo como si el mate lo acompañara en un mismo enojo.
Le pregunté por qué hacía rezongar el mate de esa manera, y me dijo que por falta de bandoneón, que si tuviera bandoneón y supiera tocar, lo haría sonar con un tango rezongón.
- El bandoneón, Flaco – me dijo -, rezonga porque es de origen alemán y de tango no entiende ni medio.
“Aquí lo domamos a prepo, a fuerza de Ariel Martinez y Pichuco enfrente, y le dijimos “fuelle” porque resopla, pero en el fondo es un teutón que se acomoda más a la cerveza y la cantarola en pandilla que a la soledad y el vasito de caña. Fijate, Flaco, que el bandoneón es un instrumento en extinción, como la ballena blanca. Y el fuelle sobrevive gracias al aire rioplatense.
La comparación del bandoneón con la ballena me pareció un poco traída de los cabellos, porque si hay algo que no tiene relación con el tango, y la prueba está que no se la nombra en ninguno, es la ballena blanca.
Me invitó con un amargo y mientras armaba un tabaco me dijo:
- Creo que voy a dejar de fumar, Flaco.
Le dije que me alegraba mucho porque el cigarro es un veneno y una antigüedad, el cigarro ya fue, es cosa de viejos. Toto, le dije.
- ¿ Sabés lo que pasa, Flaco ? - me agregó y siguió -, que con el aumento de la nafta voy a tener que dejar de usar el viejo y querido encendedor que me acompaña desde hace añares. Viste que yo no me doy con esos modernos encendedores a gas, porque a mí el gas me marea y no me gusta andar con una garrafita en el bolsillo.
Intenté explicarle las ventajas de esos pequeños encendedores sobre su viejo armatoste de museo, pero él, como si nada, siguió desarrollando su teoría mientras con un gesto me reclamaba el mate.
- Date cuenta que gasta poco, pero el asunto es la incertiumbre, Flaco, eso de nunca saber cúando ni cúanto te aumenta, porque te dicen que por ahora no, que se está estudiando, y cuando querés acordar te zampan el aumento, y ya van varias vecer que me entero tarde y no tengo tiempo de cargar el tanque antes de la medianoche, y eso me pone fulo, Flaco, y no te digo nada si el loco de la guerra le da por atacar a Irak, porque ahí le empiezan a quemar los pozos, que son como unos brutos sopletes, y con la quema te vienen a decir que aumentó el barril, que yo no sé cómo, con los adelantos de la tecnología, siguen cargando el petróleo en barriles como si fuera la vieja cerveza, no sé si te acordás, Flaco, que el viejo para las Navidades la iba a comprar a la calle Yatay y traía el barril rodando, no sé si te acordás.
Le dije que sí, que de alguna nebulosa manera creía recordar a los vecinos llevando barrilitos de cerveza rodando, pero en medio de mi forzada remembranza lo vi echar mano al bolsillo y sacar su viejo encendedor.
Era realmente una vergüenza.
- Está muy baqueteado – me dijo mientras lo encendía.
A la tapa se le habían gastado los remaches y la tenía atada con alambre.
Es inútil, con gente así, no se puede sacar un país adelante.” ( JUCECA – Julio Cesar Castro, do libro “Laduvija, el Tape Olmedo… y un quesito pa’ picar – cuentos inéditos de Don Verídico y otras yerbas”)
Cuando toma mate enojado le hace sonar el fondo como si el mate lo acompañara en un mismo enojo.
Le pregunté por qué hacía rezongar el mate de esa manera, y me dijo que por falta de bandoneón, que si tuviera bandoneón y supiera tocar, lo haría sonar con un tango rezongón.
- El bandoneón, Flaco – me dijo -, rezonga porque es de origen alemán y de tango no entiende ni medio.
“Aquí lo domamos a prepo, a fuerza de Ariel Martinez y Pichuco enfrente, y le dijimos “fuelle” porque resopla, pero en el fondo es un teutón que se acomoda más a la cerveza y la cantarola en pandilla que a la soledad y el vasito de caña. Fijate, Flaco, que el bandoneón es un instrumento en extinción, como la ballena blanca. Y el fuelle sobrevive gracias al aire rioplatense.
La comparación del bandoneón con la ballena me pareció un poco traída de los cabellos, porque si hay algo que no tiene relación con el tango, y la prueba está que no se la nombra en ninguno, es la ballena blanca.
Me invitó con un amargo y mientras armaba un tabaco me dijo:
- Creo que voy a dejar de fumar, Flaco.
Le dije que me alegraba mucho porque el cigarro es un veneno y una antigüedad, el cigarro ya fue, es cosa de viejos. Toto, le dije.
- ¿ Sabés lo que pasa, Flaco ? - me agregó y siguió -, que con el aumento de la nafta voy a tener que dejar de usar el viejo y querido encendedor que me acompaña desde hace añares. Viste que yo no me doy con esos modernos encendedores a gas, porque a mí el gas me marea y no me gusta andar con una garrafita en el bolsillo.
Intenté explicarle las ventajas de esos pequeños encendedores sobre su viejo armatoste de museo, pero él, como si nada, siguió desarrollando su teoría mientras con un gesto me reclamaba el mate.
- Date cuenta que gasta poco, pero el asunto es la incertiumbre, Flaco, eso de nunca saber cúando ni cúanto te aumenta, porque te dicen que por ahora no, que se está estudiando, y cuando querés acordar te zampan el aumento, y ya van varias vecer que me entero tarde y no tengo tiempo de cargar el tanque antes de la medianoche, y eso me pone fulo, Flaco, y no te digo nada si el loco de la guerra le da por atacar a Irak, porque ahí le empiezan a quemar los pozos, que son como unos brutos sopletes, y con la quema te vienen a decir que aumentó el barril, que yo no sé cómo, con los adelantos de la tecnología, siguen cargando el petróleo en barriles como si fuera la vieja cerveza, no sé si te acordás, Flaco, que el viejo para las Navidades la iba a comprar a la calle Yatay y traía el barril rodando, no sé si te acordás.
Le dije que sí, que de alguna nebulosa manera creía recordar a los vecinos llevando barrilitos de cerveza rodando, pero en medio de mi forzada remembranza lo vi echar mano al bolsillo y sacar su viejo encendedor.
Era realmente una vergüenza.
- Está muy baqueteado – me dijo mientras lo encendía.
A la tapa se le habían gastado los remaches y la tenía atada con alambre.
Es inútil, con gente así, no se puede sacar un país adelante.” ( JUCECA – Julio Cesar Castro, do libro “Laduvija, el Tape Olmedo… y un quesito pa’ picar – cuentos inéditos de Don Verídico y otras yerbas”)
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